Aventuras de un Maestro

Dado que ayer fue día del niño, dedicaré unas cuantas letras a tan agraciadas personitas. Me nació escribir sobre el tema, pues una de mis tías, vino a visitarnos en este puente y trajo consigo a su nieta “Frida”, una lindura de niña.

Debo mencionar que años atrás mi hermana se embarazó y su hijo, (la máxima muestra de hiperactividad perversa que he conocido) después de destrozar mis discos, romper mis cosas, rayar mis libretas, golpearme, gritar y llorar en mis oídos a todo pulmón, hizo que aplacara mis nervios, mejor dicho, los destrozó, así que quedé mansita, mansita, a prueba de bambinos, por ello que en estos días me agarraran de niñera.

Es admirable lo que hace una criatura de este tipo, ver como sus pasos desequilibrados sus palabras a medio pronunciar y sobre todo su inteligencia, nos provocan tanta gracia y sabiduría que deberíamos tomar más en serio, que como simples chascarrillos infantiles.
Un niño en comparación que un adulto, ordena, caga , puede andar desnudo sin problemas de "qué diran", vomita la comida que no le gusta, grita y llora, sin acatar reglas morales… es decir les vale madres y padres, en todo la extensión de la palabra.
Ejemplo: Cuando no quieren estar con un adulto les ordenan “vete”, si no quiere oír, dicen “cállate”, si no hablan todavía, simplemente toman su manita y la ponen en tu boca, si algo les molesta lloran, si tienen calor, se quitan la ropa, comen con las manos haciendo una obra de arte en el plato, no piensan en que los gérmenes, microbios, que les van a hacer mal, ¡no! para ellos no importa, uno de sus grandes exploradores de este mundo es su boca.
Estos detalles me han puesto a pensar sobre la belleza de los infantes. Pequeños, curiosos, graciosos, juguetones, melindrosos, cagones, gritones, traviesos, contestones, groseros y peligrosos…

Por eso digo que me gustan mucho los niños, aaaahhh! (este fue un suspiro contradictorio).